El fundador de la mítica discoteca repasa en Jesús su historia profesional.
«Enamorarse del proyecto, no desviarse del objetivo, no dejar que el alma de esa idea se esfume y, sobre todo, centrarse en las emociones. Son algunos de los consejos que el ibicenco Pepe Roselló, fundador de la mítica Space, ofreció ayer a los más de 200 asistentes a la primera jornada del congreso Ingenion, organizado por el Club de Feina del Ayuntamiento de Santa Eulària, para emprendedores.
Lo primero que le hace falta a un emprendedor es la ilusión. Y lo segundo, encariñarse, enamorarse de su proyecto», comenta Pepe Roselló, propietario de Space, sentado aún en una de las butacas del auditorio del centro cultural de Jesús, donde el Club de Feina del Ayuntamiento de Santa Eulària celebra las jornadas Ingenion. En unos minutos Roselló se subirá al escenario para responder a las preguntas de José Manuel Soriano, profesor asociado de Economía de la Empresa de la Universitat de les Illes Balears. «Hay que tener conocimientos para llevar ese proyecto a cabo», continúa el empresario ibicenco, que también considera básico no desviarse del objetivo y tener claro que el fin «no debe justificar los medios».
Empatía y alma. Eso es, a su parecer, lo que les falta en estos momentos a la mayoría de proyectos empresariales: «Aquello que siempre falta cuando miramos papeles, números y letras. Creo que los proyectos de verdad, con un gran futuro, son aquellos que se desenvuelven y se desarrollan sobre las emociones». Eso, indica, las emociones y sensaciones, el «amor a la música» es lo que movió Space durante casi treinta años, una aventura que no cree que se pudiera repetir hoy en día: «Space ha marcado una época del siglo de oro de la música en Ibiza, es muy difícil recrear ahora el ambiente de unos años atrás». «La música ha sido fiel acompañante del desarrollo turístico en estos últimos 30 años.
Ha puesto la sal y la pimienta para que el turismo pueda recrearse. Si no se siente ni se vive, es igual que un altavoz que te suena por detrás», continúa el empresario poco antes de subir al escenario y sentarse en una butaca blanca desde la que observa, a oscuras, el vídeo de animación que cuenta su historia. Desde su infancia, cuando se escapaba por la ventana de su casa en Murcia para irse al teatro Romea para ver espectáculos y conciertos, a los años en los que Space recibía a Naomi Campbell, Jean Paul Gaultier o Leonardo DiCaprio. Pasando por sus viajes por medio mundo con una diva de la ópera, sus restaurantes, sus fiestas a bordo con música y paella, sus primeras salas de fiestas y sus encuentros con el inspector Mulet de la Guardia Civil: «Le confiscaba los discos porque era música extranjera y no era legal, aunque más tarde el inspector Mulet organizaba una subasta con los discos y Pepe los podía adquirir, ya legales», explica la voz en off del vídeo. La anécdota hace reír a las más de 200 personas que se encuentran en la sala.
«He tenido alumnos que me decían con orgullo que trabajaban en Space. ¿Cómo se logra ese liderazgo?», pregunta Soriano. Roselló lo tiene claro: «Hay que adivinar, intuir, las intenciones del público». El empresario vuelve a las emociones y asegura que, independientemente de la estructura física que tenga una empresa, si ésta no tiene corazón «carece de un componente básico». «Sin emoción, la música se convierte en cartón piedra, en un postureo insulso que no conduce a nada», continúa el empresario, cuyas palabras reciben un sonoro aplauso.
Si tuviera que escoger algunos momentos que han marcado su vida, Roselló se quedaría con cuando acabó sus estudios en Murcia –«éramos huérfanos, mi padre murió en un accidente de moto dejando cinco hijos, el mayor con ocho años y la más pequeña con un mes, si mi padre no hubiera sido militar no habríamos podido estudiar»–, volvió a la isla y se encontró con un título universitario, pero sin saber qué hacer con él. Y con la primera vez, en 2001, que nominaron a su discoteca a mejor club del mundo: «Fue un subidón».
El empresario tranquiliza a los asistentes asegurándoles que éxito y fracaso «van unidos» y que funcionan como una balanza. Recuerda que a él «siempre» le han echado de los locales en alquiler en los que montaba sus negocios y destaca cómo un proyecto «con resultados catastróficos» sirve para aprender y no repetir en un segundo intento los mismos errores. Hace hincapié en la necesidad de «blindar la confianza» con los socios y también «los finales».
El empresario insiste en la necesidad de que las administraciones garanticen «un marco jurídico» que dé seguridad a los emprendedores y lamenta que la llegada de los clubes de playa ha causado «un desequilibrio económico, social y turístico». «Si metes a 10.000 personas por la tarde en una sesión al aire libre afecta al medio ambiente y luego, cuando salen a medianoche, ¿dónde van?», continúa el empresario que critica que ese nuevo modelo «agota y erosiona» el tiempo de los turistas: «Dejan de salir a comprar, a cenar a un restaurante, a visitar los sitios o a pasear por el puerto. La isla es la gran perjudicada».
Fuente: Diario de Ibiza - Marta Torres Molina Jesús 24.10.2019 | 12:30